Los Pinos: de la frivolidad al humanismo
Escribe: Javier Lozano Gamiño.
Millones de mexicanos nos exacerbábamos cuando en la esfera del poder público observábamos ante la mirada escéptica— el lenguaje de una cuasi-aristocracia que era plasmado en los anales de las excentricidades y lujos de una camarilla de políticos; quizá, la embestidura presidencial, era motivo de los excesivos dispendios en arte, infraestructura, comida e insumos de uso diario. Más que una necesidad básica, era el producto de la abundancia, la opulencia y la ostentación que ejemplificaron por décadas una actividad que reconoció los enormes contrastes y la desigualdad social de un México que fue minimizado, excluido y monopolizado por aquellos que transcribieron la historia desde la residencia oficial de los pinos.
Aunque cada uno de esos episodios representen un desprecio de la sociedad, quizá el catálogo de egolatría sea a la familia de Angélica Rivera: una hechura del marketing político que simuló el parentesco con fines de manipulación mediática en los medios de comunicación para impulsar la imagen de Enrique Peña Nieto. En este sentido, los Rivera gozaron en todo momento de su estadía en la residencia oficial de los Pinos; posaban para revistas elitistas; degustaban los platillos más esquicitos; había celebraciones y festejos privados; asimismo, reuniones de altos funcionarios que se envanecían con el complejo ante el agasajo de una mansión que tuvo todo tipo de modificaciones según los gustos y las extravagancias que iban desde un gimnasio, hasta albercas, salas privadas con acabados de lujo, y un enorme espacio de esparcimiento.
Hoy por hoy vivimos una etapa diferente. Desde que arribó Andrés Manuel López Obrador al ejecutivo federal, no solo representó un golpe durísimo para la derecha en nuestro país, sino, la extinción de raíz de todos esos cambios que, en muchos casos, ocasionaron actos peyorativos. Asimismo, fue remplazado el esquema tradicionalista y cotidiano de vivir en uno de los espacios que por décadas constituyo la casa oficial del presidente: los Pinos. Miles y miles de anécdotas se escribieron en los libros que vislumbraron y contraponían la inequidad de las clases potentadas y los antecedentes que acumularon a las de 50 millones de pobres en la mayúscula geografía; eso justificó la decisión de abrir las puertas a la sociedad, como un símbolo que flageló y trastocó la atención de gran parte del territorio que con estupor mirábamos el modo que se relacionó la divulgación de una época en el que las instituciones manifestaban a mansalva el derroche de la riqueza.
En la actualidad, los Pinos se ha convertido en un complejo turístico. Sin embargo, el desplazamiento y la necesidad de brindar condiciones humanas y de seguridad a nuestra plantilla médica, han hecho que el presidente incorpore los espacios para que doctores y personal que atiende de manera directa al Covid-19, tenga los servicios necesarios y la comodidad mientras transcurre el periodo transitorio que estamos viviendo; esto sin dude, representó un acierto a López Obrador, porque en estos momentos, su atención se concentró dentro de las prioridades de la comunidad del sistema de salud. Es importante, además, que finalmente veamos que se logró elegir correctamente optar por utilizar los inmuebles de la nación a fin de demostrar que lo más trascendental es salvaguardar en esta fase la labor sustancial que vienen produciendo la capacidad humanista, ética, y profesional del cuerpo de enfermeros y médicos.
Hay que recordar los el personal médico y de salud ha sufrido una serie de ataques y discriminación, quizá, porque no hay una debida recepción intrínseca de la información que sea utilizada a traducirla en los cuidados a la no propagación de Covid-19. Por ello, es necesario asegurar y salvaguardar la integridad de los servidores de la salud que, en estos momentos, desempeñan un papel clave y fundamental en la lucha contra el coronavirus. Para hacer posible eso, el presidente optó por dar un espacio que en términos políticos es propiedad del pueblo, teniendo claro que por años, se utilizó como residencia oficial del ejecutivo, y como monumento a la cultura del despilfarro y la excentricidad.
Hecha esta estrategia, aplaudimos la labor ardua de los trabajadores de salud. Ellos son los ángeles que están arriesgando incluso hasta su propia vida para contrarrestar el fenómeno de Covid-19; a ellos, mi reconocimiento y respeto por su enorme identificación con su profesión. Y al presidente mi admiración, porque ya era tiempo de utilizar todos los recursos de la nación en beneficio del colectivo; asimismo, y emulando las palabras de mandatario: no puede existir gobierno rico, y pueblo pobre, eso, es una contradicción social.
La postura del presidente, habla del humanismo y la postura ideológica que es alimentada por la naturaleza de ayudar siempre a las causas que más requieren atención. Ese valor, ha llegado en un momento clave que procuró el lado filantrópico de Andrés Manuel López Obrador.